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Memoria y género: De mujeres y batallas

Participación del alumnado de 1º de Bachillerato en la X Edición de Estudiantes por la memoria.
Prado del Rey, 2018.
"A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota
Teresa de Calcuta


PRESENTACIÓN

Buenos días chicas y chicos:
Los alumnos aquí presentes junto con nuestro profesor venimos con la intención de ser participantes de esta jornada que se nos antojó atractiva desde el momento que nos fue comunicada.  Tras la propuesta, debíamos encontrar de qué hablar pues aceptarla era fácil, lo difícil sería decidir qué hacer y cómo llevarlo a cabo.
Pues bien, llegamos a la conclusión de que si hay que hablar de raíces y memoria, hay unas protagonistas que siempre pasan desapercibidas ¿Quiénes? Nuestras madres, abuelas y toda la línea de mujeres de la cual provenimos y a la cual le debemos todo. Y aquí, con vosotras y vosotros, hemos encontrado una forma perfecta  de denunciar todo el olvido que ha ocurrido y sigue ocurriendo en nuestra sociedad. No somos una anomalía, no estamos solas. Un ejemplo de ello sería ese 8 de marzo en el que hemos sido testigos de una gran manifestación formada por millones de mujeres cansadas de vivir en la oscuridad, en el silencio y en un mundo claramente desigual. Todas esperamos que esto haya marcado un punto de inflexión y que poco a poco nuestra realidad vaya cambiando. Por todo esto hemos encontrado fundamental el ser partícipes de esta protesta que todas y, sobre todo, todos deberíamos apoyar.

Todos conocemos a los grandes hombres del pasado a escala mundial o simplemente a escala local. Hay datos, mucha información  recopilada acerca de ellos. Muy bien. Pero ¿Y las mujeres? ¿No destacaban? Pongámonos a buscar. No hay tantos datos, la información no está guardada. Tenemos que movilizarnos mucho más para hallar algo y no porque no hayan hecho nada, sino porque no se le ha dado la relevancia suficiente. Si hacemos un recorrido acerca de nuestra historia, de nuestras raíces, nos damos cuenta que en los acontecimientos más significativos siempre se habla de la presencia del hombre pero nunca de la de las mujeres.

Empecemos por el pasado que nos marcó.
            Seguramente el hecho más importante en la historia de Algodonales sea la revuelta que enfrentó a sus habitantes con las tropas napoleónicas los días 1 y 2 de mayo de 1810 y que terminó con la muerte de 239 habitantes a manos de las tropas francesas, de los que 42 eran mujeres y el incendio de parte del pueblo. Es un buen punto de partida para indagar, para recoger el hilo que nos permita rastrear, en cada momento, qué sabemos de esa memoria perdida de las mujeres. Empecemos por un testimonio directo, el de François Lavaux, Sargento del 103 regimiento de infantería de línea en sus Memorias de Campaña, donde relata su horror ante lo que está viviendo:
               
                Querida madre,
                Aún sigo vivo, aunque cada día me cuesta más seguir escribiéndote.
                Es imposible contar todas las atrocidades que hicimos en estas montañas. Estas harían temblar a los más audaces. Preferiría dejarlo así. Sin embargo, me gustaría continuar con este relato […]” El relato se centra entonces en los hechos ocurridos  en la conocida como  puebla de  Algodonales  “El jefe de los guerrilleros se había atrincherado en una gran casa en la plaza. Nos decidimos a atacarle, pero nadie podía aproximarse sin exponerse a estar herido o a la muerte, porque había fuego y llamas por todas partes. Decidimos prender fuego a la casa […]Finalmente fue insostenible, porque aquello era como un infierno. La hija del bandolero apareció sobre el balcón, agitando un pañuelo blanco en signo de rendición. Aceptamos la rendición.
                Esta niña había ya aparecido una vez antes de la rendición; había recibido una bala en su pecho derecho. Su madre apareció también sobre el balcón, y de un golpe de fusil mató a un soldado de los nuestros; recibió inmediatamente una bala de los soldados escondidos sobre los tejados de las casas; calló del balcón y fue rematada a golpe de bayoneta.
                Ya me despido, espero que hasta pronto y que esta experiencia no acabe conmigo”. Hasta aquí las palabras del sargento Lavaux.



De este episodio ha quedado una relación de los habitantes de Algodonales muertos en esos días, custodiada en la iglesia de Santa Ana, una recreación que se celebra cada año, el escudo de la villa que representa una casa ardiendo en recuerdo de aquel cruento hecho y una escultura frente a la iglesia de Algodonales. Curiosamente en dicha escultura, por la que pasan a diario las gentes de la localidad, se ve a una mujer disparando por una ventana mientras otra sostiene a un hombre herido. Unas mujeres que hoy día, pese a su visibilidad, nadie conoce y por las que nadie pregunta. Son aquellas a las que hace referencia el sargento Lavaux, la mujer y una de las hijas de José Romero el alcalde de Montellano con quien toda esta historia de muerte y dolor empezó. Tres de sus hijas y su mujer murieron en este asalto luchando hasta el final, pero a diferencia de su padre y esposo, cuyo nombre y hechos heroicos conocemos, ellas han pasado a la posteridad como mujeres o hijas del héroe, seres sin nombre ni cuyo sacrificio no es relevante. Una vez más la Historia condena sus gestos al olvido.



Pero no fueron las únicas víctimas. Las crónicas de Uriarte, comisario real que vivió en primera persona estos hechos, son clarificadoras: La ferocidad del soldado se cebaba en el saqueo e incendio de las casas, en la sangre humeante de los tristes que pasaban a cuchillo, y sobre todo en la violación de las mujeres, a quienes por una confianza mal entendida habían dejado sus padres y maridos en las huertas cercanas al pueblo”. Y continúa señalando cómo, concluida la batalla, la furia de los soldados de general Maransin no tuvo límites, teniendo que intervenir en la tarde del 2 de mayo para detener la matanza, y reunir a las mujeres que los franceses habían apresado y custodiarlas en un par de casas para evitar que fueran violadas.

Esas mujeres convertidas en botín de guerra – hoy los llamaríamos “daños colaterales”-   tampoco engrosarán la lista de mártires por la revolución, su sufrimiento es parte del peaje de la guerra, como las cosechas quemadas. La violencia y la humillación padecida a manos de los soldados no aparecerán en ninguna crónica con relevancia suficiente para que conozcamos el nombre de ninguna. Cuando mueran desaparecerán con ellas esos recuerdos. Y las pesadillas que generaron.

De nada servía que el propio ejército francés llevara como tropa de complemento un grupo de mujeres, las Cantinières  que ofrecían sus servicios a los ejércitos como prostitutas.  Entendiendo las “necesidades de la tropa”, el propio Napoleón, consagró en el código napoleónico de 1810 que las prostitutas quedaban autorizadas en el ejército, estableciendo una serie de revisiones médicas obligatorias a estas. Pero las habilidades de estas mujeres, como acabáis de oír, no evitaron el horror, porque el dominio, el uso y abuso sobre las mujeres de los vencidos es el privilegio de los vencedores. En todas las guerras que han sido y siguen siendo.

Madres, hijas, esposas, botín de guerra y prostitutas, estos han sido los lugares designados por la sociedad patriarcal para ser ocupados por las mujeres, para señalarles sus tareas y sus funciones, siempre al servicio del hombre y siempre lejos de los órganos de poder, de pensamiento, o de creación. Seres intercambiables e invisibles cuyo sufrimiento se da por descontado, encargadas de los cuidados, compañeras incluso, pero nunca protagonistas.

Podríamos seguir esta indagación a lo largo de nuestra historia, pero hemos comprobado que el resultado es el mismo. De hecho, la búsqueda de datos en nuestro entorno, durante la República y el posterior golpe de estado que acabó con las aspiraciones democráticas de los españoles, nos muestra el mismo patrón: Conocemos los nombres y profesiones de los represaliados o asesinados, qué cárceles los retuvieron, su filiación políticas. Pero las mujeres son sólo sombras sin referencia en los registros de la época.
Corramos, pues, un tupido velo sobre ese pasado que, en relación con la memoria de las mujeres, parece un terreno baldío sobre el que la Historia haya practicado una política de tierra quemada.
Dado que el pequeño recorrido que hemos intentado hacer se ha parecido mucho a un viaje en un tren  con cristales negros que nos han impedido observar más allá, nos situamos en tierra presente, y ¿Qué hallamos aquí? Poca constancia aún de apenas nada ¿Qué hay por ejemplo de nuestras calles, ¿No se les otorga el nombre a estas de personajes relevantes como reconocimiento de alguna labor o hecho memorable que hayan realizado en algún momento de sus vidas? ¿De qué personajes quedan grabados sus nombres? ¿Hay mujeres? Las hay. Pero no hay datos acerca de lo que hicieron o por qué están ahí, la niebla del pasado de nuevo. Ciudades y pueblos vacíos del elemento femenino, nombres, cuando aparecen, sin un ápice de vida ¿Cuántas mujeres merecían ese honor? Solo dos, tres, ¿Cuántas hay? Sobran dedos en las manos. Mirad a vuestro alrededor, ojead las esquinas, las plazas, y buscad ese nombre de mujer. Os deseamos suerte para encontrarlo.


Tras este intento de acercarnos a la historia más próxima a nosotros y de forma más personal, nos hemos dado cuenta de cómo, de la misma manera que la materia oscura del universo constituye el 90% del mismo, siendo a pesar de esto imperceptible para el ojo humano, tal es así la situación de la relevancia restada a este género. Las mujeres son la materia oscura de nuestra sociedad, su trabajo, su presencia, sus logros son infravalorados pese a lo necesario de su presencia. Esta invisibilidad  es la que hemos intentado apartar por un momento, con la esperanza de que este sea un tiempo de lucidez para comprender lo trascendental que es la labor de nuestras madres, abuelas y  de todas las mujeres, buscando  que esta  reflexión no se quede solo en lo que dura nuestra presentación sino que quede marcada y perdure porque es necesario comprender que, así como necesitamos del sol para poder vivir, necesitamos de las mujeres y su contribución, su empuje, su ilusión, su trabajo para poder ser realmente quienes somos.

Finalmente, en un intento de rescatar toda esta memoria perdida, hemos querido elaborar este vídeo, pasar un tiempo con nuestras madres y abuelas con sus fotos y con sus recuerdos: primero para poder captar la  información necesaria para estar aquí hoy, y en segundo lugar para acercarnos un poco más a nuestra familia y aprender de ellas. Esperamos que os guste.



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